13 octubre 2005

 

Paraguas

Vuelve a llover en Madrid, vuelve a haber atascos, me mojo y puede que me constipe, pero aún así estoy contento, ya tocaba que la lluvia volviese. Más o menos van cuatro o cinco días que llueve seguido, hacía mucho que no se veía esto.

Sin embargo, odio los paraguas. A veces yo también uso y siempre se me olvida. Hace un tiempo mi abuelo me dejó su paraguas y me lo fui dejando en diferentes sitios. Cada vez me lo dejaba en un lugar y al día siguiente tenía que volver a recuperarlo, para posteriormente olvidármelo en un sitio diferente. Ese paraguas vio mucho mundo. Hoy también he usado paraguas, me lo he ido olvidando en diferentes sitios pero afortunadamente esta vez siempre había alguna persona que me avisaba de mi olvido. Además, cuando llevo paraguas me siento imbecil, porque me veo llevando un palo y siempre imagino que sólo llevo el palo y no la tela… y me imagino y me siento ridículo. Es absurdo, lo se. Este párrafo les sirve a ustedes para que les quede claro que yo también uso paraguas alguna vez y que no lo odio porque se me olvide ni porque me sienta ridículo, sepan esto, valga como aclaración.

No, yo odio a los paraguas porque la gente con paraguas es un peligro para la convivencia y para la vida humana.

No se si saben, imagino que si, que cuando llueve y a uno le coge la lluvia desprevenido, lo que suele hacerse es pegarse a la pared, donde las repisas y bordes de los edificios hacen que uno esté un poquito más resguardado (y también que de vez en cuando te caiga un goterón de esos impresionantes). Entonces, vamos a ver, ¿por qué la gente con paraguas tiene que ir por el borde, haciendo que los demás tengan que mojarse? Felicidades, señora, por atacar la convivencia humana y romper con los valores occidentales de solidaridad y ayuda mutua.

Eso no es todo amigos y amigas, vascos y vascas, castellanos y castellanas. No. Porque hay otro punto más irritante. Hay veces que uno va a coger el autobús y coincide que llueve. Si, coincidencias de la vida. Cuándo caen las primeras gotas, lo normal es pensar que, afortunadamente, uno podrá cobijarse bajo la marquesina del autobús. Pero, cuándo llegas, todo lleno de señoras con el paraguas abierto que, además, ¡ocupan el doble de espacio!. Dios, si no se fían de la eficacia de su paraguas ¿para qué lo compraron?. El Paraguas “para el agua”, la para, la detiene, hace que no caiga sobre usted. Vale, bien, es más precavida que yo, tiene un paraguas, pero un poquito de inteligencia y sentido común no vendría mal a nadie.

Hay otro punto a reseñar sobre los paraguas y es cuando el paraguas lo lleva una señora bajita. Estos paraguas pueden convertirse en armas mortales en manos de estas mujeres, sobretodo cuando dudan hacia donde dirigirse. Porque debido a su estatura, cada vértice del paraguas suele quedar a la altura del ojo del ciudadano medio. Sean sinceros, ¿cuántos de ustedes han estado cerca de quedar tuertos por la inconsciencia de estas personas? Deberían hacer un decreto ley y las personas bajitas tendrían que llevar por fuerza chubasquero que, por cierto, es más práctico.

Además, se está creando una paranoia paragüera de cuidado. No se si es por la sequía que nos está volviendo tarumba o por qué será, pero aquí en Madrid, en cuanto una nube asoma a lo lejos, ya están los cuatro de siempre paseando con el paraguas abierto. Quizá sea para fardar porque les han regalado un paraguas nuevo o porque es de Louis Vuiton (o como se escriba), pero la imagen es lamentable. “Por si acaso”, dicen. A ver, majo, lleva cuatro meses sin llover… por si acaso lo puedes utilizar de sombrilla.

Esa es la verdad sobre los paraguas amigos. ¡Usen el chubasquero y la sociedad saldrá ganando!.

Próximo episodio: ¿Por qué hay determinadas señoras que en la fila de atrás del autobús siempre se sientan en el asiento de en medio?

Que no se me olvide, les dejo este enlace


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