26 noviembre 2005

 

Positivo

La gran lacra del ciclismo contemporaneo se llama dopaje. No quise mencionar el tema hasta que no saliesen los resultados del contraanálisis, pero este indica que el último ganador de la Vuelta, Roberto Heras, se dopó. El propio Heras ha indicado en rueda de prensa que confía en su inocencia y que ya en el pasado los métodos de análisis han demostrado que a veces se equivocan.

Sea como sea, esta noticia me provoca una tremenda desilusión. El ciclismo es un deporte en horas bajas y estas noticias no hacen más que hundirlo. Como espectador me siento estafado, ¿es un fraude todo lo que vi en la última Vuelta? ¿Aquellas exhibiciones de fuerza y sacrificio de Heras no eran más que una engañifa, una triquiñuela para vencer?.

Desde hace varios años, creo concretamente que desde 1998, la sombra del dopaje acecha. Los ciclistas se sienten perseguidos, los directores miran hacia otro lado, la prensa juega muchas veces con el sensacionalismo. Pero lo cierto es que si todos los estamentos pusieran de su parte el dopaje terminaría. El que calla otorga, se dice en castellano, y los ciclistas han callado muchas veces, demasiadas. Sólo gente honesta como Pedro Horrillo y otros de su estilo han abierto la boca para denunciar la plaga que acecha al pelotón internacional.

No me engaño. Estoy seguro de que lo que hoy se considera dopaje hace veinte años era lo más normal. Quizá porque se trataba de sustancias nuevas que se utilizaban experimentalmente y no se consideraban trampa. La experimentación , seguramente (no puedo afirmar con certeza porque tengo grandes lagunas en historia del ciclismo), estaba a la orden del día. Cómo ser más rápido, más resistente… Merckx, Anquetil, Hinault, se doparon probablemente.

Hasta hace no demasiado tiempo los ciclistas franceses tenían fuerte presencia internacional. Actualmente, salvo contadas (y gloriosas) excepciones como Virenque o Jalabert, muchos hacen grandes papeles pero ninguno brilla demasiado. ¿Será coincidencia que en Francia hay una total paranoia antidopaje?.

Aquí, como siempre, es el coño de la Bernarda. Quizá el planteamiento de que si todos hacemos trampa entonces no es trampa tiene su parte de razón, pero se termina con la imagen del ciclismo como deporte de sacrificio. Junto al pinganillo de las narices, el UCI ProTour y el conservadurismo de los actuales equipos, el dopaje puede acabar con un deporte mítico.

Esto es lo que más pena me produce sin duda. Terminar con un deporte que hasta hace no muchos años era de masas. De hecho, hasta el año de la caída de Beloki (hace dos o tres años de esto) en el Tour , el ciclismo cosechaba grandísimas audiciencias en televisión. Poco a poco cae, porque cae el espectáculo y porque dónde antes veíamos héroes sobrehumanos ahora vemos yonquis sobre ruedas, farsantes, mentirosos.

Es injusto descargar todas las iras sobre el ciclista, porque estoy convencido de que la cadena empieza en las directivas de los equipos, en las que “todo vale” para ganar. Incluso me planteo si los organizadores de las grandes carreras, al margen de la UCI, levantan la mano sobre estos casos para que las grandes estrellas se exhiban.

Ahora parece que la última Vuelta se la asignarán a Menchov. Una lástima ganar así, una lástima que caiga sobre Heras la sombra de la duda, no saber hasta qué punto su grandeza es sólo suya y hasta cuál es obra de sustancias que alteran la competición.

Tengo un resquicio de esperanza, ojalá todo haya sido un error y la imagen de Heras no sea la de un farsante sino la de un auténtico crack, que eso es lo que nos ha parecido a todos los que seguimos este deporte durante años.

Pero, para que no haya más duda, para proteger el deporte no queda otra que poner mano dura frente al dopaje.

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