26 febrero 2006

 

Jornada 25



No suelo hablarles de fútbol. No porque no sea seguidor de este deporte, que lo he sido y activamente hasta hace apenas unos cuatro años. Simplemente ahora estoy más desenganchado por varios motivos. El primero y principal es ese momento de tu vida que algunos viven y otros no en el que te das cuenta de que te interesas cada semana por once tíos que son multimillonarios que pasan de tu vida como de la mierda. Esto no quita que uno pierda interés en el propio juego, sino que uno pierde forofismo, pese a que el fútbol me parece el deporte más completo y estratégico de los que hay en la actualidad.

Un segundo motivo es que la progresiva irrupción de intereses económicos, con más fuerza cada vez, van haciendo del fútbol un juego cada vez más especulativo. Sale más rentable económicamente buscar el 1-0 y defender que jugar partidos estéticamente más bonitos. Esto lógicamente conlleva un supino aburrimiento dificil de sobrellevar.

Un tercer motivo es que el entorno que rodea el fútbol está cada vez más repleto de cafres e ignorantes. No sólo entre los aficionados, que también, sino en el entorno tal cual. Si alguno lee en el Diario As las columnas de Tomás Roncero verá como efectivamente un título universitario no es demostrativo de nada. Las portadas diarias del Marca dan vergüenza ajena, los programas radiofónicos parecen más de cotilleo que deportivos...

Los periodistas, el entorno mediático del fútbol, son hooligans que contribuyen en buena parte a que el resto de seguidores también lo sean. Y entramos así de lleno en el partido de ayer en Zaragoza que enfrentaba al conjunto maño y al Barça.

En un momento dado, minuto 75 del partido, cansado de los insultos racistas procedentes de la práctica totalidad de la grada aragonesa, el genial Samuel Etoo decidió que hasta ahí habíamos llegado y que abandonaba el terreno de juego. Entre sus compañeros y los jugadores del Zaragoza lograron convencerle de lo contrario, pero el gesto me parece muy significativo.

El fútbol es sin ninguna duda, junto a la prensa rosa, el opio del pueblo actual. Una adormidera social donde la gente descarga sus iras. Un amigo de mi padre, un señor de casi 50 años, sigue llorando y enfadándose con la humanidad cuando su equipo pierde. El deporte pierde la condición de juego para convertirse en un sinsentido que ocupa las vidas de muchas personas. Y los estadios son caldos de cultivo de violencia gratuita y descargas, de falta de respeto al contrario y en ocasiones también al jugador propio.

Tenemos en el Espanyol que los ultras, una banda de nazis descerebrados que se llaman "Brigadas Blanquiazules", le hacen la vida imposible a su propio portero, el camerunés Kameni. Esto sucede en otras ligas también, por ejemplo, la hinchada de la Lazio en Roma ataca insistentemente a cualquier jugador negro que pasa por sus filas.

Los cánticos pasan de la broma o el pequeño insulto a amenazas de muerte. Hace poco teníamos "Dani Muérete" y "Karpin Muérete". Tenemos desde "ETA mátalos" en algunos estadios del Norte a "Euskal Presoak Cámara de Gas", y siguiendo con la susodicha cámara no es extraño escuchar a algunas hinchadas gritar "Todos los judíos a la cámara de gas, seis millones más".

Sectores nazis del Frente Atlético siguen portando pancartas en apoyo al asesino del seguidor de la Real Sociedad Aitor Zabaleta, al que hinchadas de ultraderecha siguen recordando demasiado en sus cánticos "Aitor Zabaleta era de la ETA", como si eso fuese un justificante para acabar con su vida con una puñalada certera.

La descalificación personal está a la orden del día en los campos de fútbol, Klinsman sufrió bastante por su orientación sexual (era homosexual) en bastantes estadios, aunque tenemos peores casos. El hijo del ex futbolista montenegrino Pedja Mijatovic sufría una grave enfermedad (de hecho continua padeciéndola) , lo que en lugar de provocar la solidaridad de las hinchadas rivales solía convertirse en cánticos descerebrados de personajes deseando la pronta muerte del chaval.

No se si el problema es cultural, aunque puede que si. Cada vez estoy más convencido de que mis paisanos son una especie de raza subdesarrollada. En Inglaterra apenas se observan casos como estos, un país ejemplar donde los jugadores ayudan al árbitro. Curioso que la tierra de los "hooligans" sea también la más respetuosa en muchos aspectos.

Lo que se verdaderamente es que ni las directivas ni los organismos competentes están haciendo todo lo posible para erradicar estos comportamientos de los campos deportivos. En este sentido ha sido ejemplar Joan Laporta, que tuvo las narices de , al poco de acceder al cargo, tomar la nada popular medida de echar a muchos violentos del Camp Nou. Pero en general hay connivencia de las directivas, lo cuál se demuestra en préstamos de locales para material, entradas gratis, permiso para consumir bebidas alcoholicas en el recinto (cosa que está prohibida)... hay casos que son propios de tontería profunda, como es el caso del presidente actual del Valencia CF, Juan Bautista Soler, a cuyo propio padre agredieron los Yomus, hinchada nazi del Valencia, sin que el club tomase las medidas oportunas.

Los clubs son empresas que se rigen por dinero y no por valores, por eso protestan siempre que sufren sanciones (que además son ínfimas) aunque se llenen la boca de solidaridad antirracista y antiviolenta. Cada vez que una hinchada a cometido alguna barbaridad, la directiva del club pertinente a salido a hablar de "casos aislados". No se hasta que punto podemos calificar como aislados los casos en que se ataca a un futbolista por parte de las hinchadas más radicales mientras el resto de la grada rie la gracia sin apenas protestar.

Otro caso a tener muy en cuenta es el de los propios futbolistas. Me alegra que haya un futbolista como Oleguer que muestra a las claras su compromiso político, pues la mayoría miran para otro lado. No se que pensarán de nada, lo que se es que yo no tengo noticia de que ningún jugador del Espanyol haya salido a defender públicamente a su compañero Kameni, ni que la directiva haya expulsado del Estadio a personas que insultan y amenazan de muerte a un profesional de la empresa.

No he visto tampoco que ningún jugador haya parado el partido cuando se insultaba a un jugador rival, lo cuál es una muestra de hipocresía bastante grande, todo sea dicho. Es más, he visto a Roberto Carlos regalarle su camiseta a Ochaita, líder de UltraSSur, y a muchos jugadores del Real Madrid apareciendo en la revista de este grupo de monjitas de la caridad como son los descerebrados ultras del Real Madrid.

Lo único que se es que quien tenga la competencia correspondiente debería echarle más valor y actuar radical y tajantemente contra estos comportamientos. Si hay que cerrar estadios, detener partidos, expulsar seguidores por tiempo indefinido, así sea.

Todavía queda , no obstante, un mínimo de esperanza. No de parte de directivas y políticas, sino por parte de hinchadas deportivas que van surgiendo y que organizan iniciativas de hermanamiento entre aficiones, como son el Mundial Antiracista, en el que diferentes hinchadas disputan amistosamente un torneo de fútbol sala con el fin de hacer amistad con gente de otros equipos en lugar de ir abriéndoles la cabeza. Ojalá iniciativa como esta vayan tomando protagonismo, en lugar de actitudes indeseables como las que padecemos a día de hoy.

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